
Cuando mi madre murió, en 1991, y cuando nació nuestro primer hijo, en 1988, tres años antes, por primera vez vi el ámbito entero de la vida humana, desde el nacimiento hasta la muerte. Los dos procesos son, de hecho, muy similares. Los dos comprenden un tráfico de un mundo en el siguiente. El nacimiento de mi hijo fue un recorrido del mundo invisible en el mundo material, mientras que la muerte de mi madre fue una transición del mundo material, del mundo terrenal, en el mundo espiritual. Nacimiento y muerte son etapas de un viaje que hacemos todos y que es eterno. En aquel momento vi entera la vasta reserva del ser humano, desde los que todavía tienen que nacer hasta los que viven y los que ya han muerto.

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